viernes, 18 de febrero de 2011

Plumas defectuosas.


Me gusta mucho hablar sobre la técnica de esta ilustración porque es una muestra del provecho que se puede sacar de materiales aparentemente "defectuosos". La imagen fue para un articulo de la revista Rolling Stone que hablaba sobre el presidente Bush y su relación con el Tsunami Tailandes (si no mal recuerdo). La única condición para la imagen era que fuera una carícatura del presidente. Un tanto influenciado por el ambiente que vivía diariamente en mi trabajo de ese entonces (El Museo de la Caricatura), decidí hacer la imagen a mano y con tinta china. Mientras buscaba un estilografo, me topé con una pluma de gel de punto muy fino que tenía pinta de estar tramitando su jubilación. Al pasarla sobre el papel, la linea que formó era una especie de clave morse: lineas y puntos en secuencia totalmente aleatoria. Así que, antes de dejar que la pluma descansara en paz, le saqué, además de esta, unas cuantas ilustraciones más. Tan pronto la pluma dejó de pintar, intenté buscar una con características similares entre los montones de pluma que se encontraban escondidas por los rincones temerosas que alguien las viera. No corrí con suerte. Ahora dada vez que veo esta imagen me pregunto si la linea de esa pluma era obra del paso del tiempo o de plano defecto de fabrica.

Jaque Mate, máquina.


Cuando era un pequeño estudiante de primaria, mi madre compró un ajedrez de madera. Nos gustaba sacar las piezas, acomodarlas a nuestro gusto e inventarnos reglas. Unos años después, por ahí de mis 15 años, conocí a un grupo de amigos que jugaban ajedrez. Hasta esa edad aprendí las reglas del juego, así como la diferencia entre los que juegan ajedrez y los que "sólo empujan la madera". Obviamente yo siempre fuí (y he sido) de los que empujan la madera. Ya en la universidad volví a encontrarme con otro grupo de amigos que "empujaban la madera" y eso era lo divertido de jugar ajedrez: el nivel de todos mis contrincantes eran, por suerte, muy similares al mio. Del ajedrez de madera pasamos a un ajedrez portatil de piezas magneticas que era nuestra diversión en la horas libres. Cuando termino la carrera, no volví a encontrar personas que tuvieran gusto por el estrategico tablero, lo que me obligó a tener mis piezas en el cajón del olvido. Fue hasta que llegó a nuestra familia un Playstation que me decidí a comprar un juego de ajedrez y a adoptar a dicha consola como mi oponente de batallas maderezcas. Aunque mis primeras partidas eran verdaderas carnicerias por parte del aparato, procuré no dejar la costumbre de jugar de vez en cuando. Del Playstation pasó al Xbox y de ahí al teléfono celular, lo que me permitía jugar camino al trabajo. Mis últimos dos oponentes son el PSP y la máquina del trabajo, con la que llegué a tener hasta 3 batallas por día. Sigo empujando la madera y cuando me descuido, la mendiga Mac me sorprende con el tan odiado mate del pastor, pero lo sorprendente de ver como se van modificando las estrategias con cada movimiento de las piezas, como 2 caballos pueden acabar con más de la mitad del ejercito contrario y como con 3 piezas puedes arrebatar la victoria a un enemigo con casi la totalidad de sus piezas siguen obligando a abrir el tablero de ajedrez virtual y esconderlo detras de las ventanas del Photoshop para, cada 5 minutos, mover un pieza.
Tengo varios bocetos relacionados con el ajedrez, este es uno de ellos. Mientras lo hacía, me emocionaba pensar como iba a dibujar la Torre. Desgraciadamente el papel se acabó. Aunque pensandolo bien, quizá sea bueno, pues podría redibujar las piezas y corregir, de paso, esa Reina que no termina de convencerme.